Todos tenemos un niño o niña interior dentro de
nosotros. A veces escuchado y amado, otras veces rechazado y olvidado. Pero ¿de
qué formas se manifiesta? ¿Y qué pasa cuando no le escuchamos?
1. La libre expresión de los sentimientos
El niño o niña, cuando nace, tiene la capacidad de
expresar libremente las diferentes emociones y sentimientos: tristeza, rabia,
miedo, alegría y muchos otros. Es la sociedad, con sus normas, la que regula,
modera y “maquilla” esta expresión. Por un lado, perdemos expresividad, pero
también es necesario este orden establecido, pues no podemos ir por el mundo,
por ejemplo, agrediendo a las personas que no nos gustan o rompiendo cosas si
estamos enfadados.
Qué sentimientos están “permitidos” y cuáles están
más reprimidos, tiene que ver con el entorno cultural, y de forma más
inmediata, con el contexto familiar. Así pues, hay familias donde, por ejemplo,
está muy mal visto enfadarse y levantar la voz. Las personas que crezcan dentro
de esta familia, de mayores tendrán verdaderas dificultades para contactar con
el sentimiento de rabia. De la misma
forma, hay familias o culturas donde está mal visto llorar, tener miedo,
o expresar la alegría de forma notoria.
2. El egocentrismo
Es el resultado de una crianza excesivamente
centrada en el niño o niña. Las personas que han sido hijos únicos o, por
ejemplo, el único niño en medio de varias niñas, o viceversa, son tratados
desde pequeños como “seres especiales”, merecedores de las mejores atenciones.
Esto fomenta el egoísmo y el egocentrismo, que son expresiones negativas de
nuestro niño interior.
3. La adaptación
Los niños han de obedecer. Deben adaptarse a las
normas que les imponen los mayores. Cuando esta adaptación se hace de forma
positiva, es decir, hacia cosas que son beneficiosas para el pequeño, lo
llamamos adaptación positiva: por ejemplo, la adquisición de hábitos
higiénicos, alimentarios, de estudio, es necesaria y positiva, e implica una
adaptación por parte del niño o niña a las normas.
4. La sumisión
Hablamos de sumisión cuando la exigencia de
adaptación por parte de los adultos es excesiva, obligando al niño a doblegarse
ante cualquier exigencia que le hagan, cuando no se deja ninguna opción de que
el niño o niña pueda decidir, o hacer las cosas por sí mismo.
5. La rebeldía
Es el intento de sublevación que hacen los niños
ante las imposiciones de los adultos. Varía de unas personas a otras. Algunos,
se rebelan sistemáticamente a cualquier orden, sea coherente o no, otros sólo
lo hacen cuando la exigencia es muy grande. Algunos pasan por épocas rebeldes
sólo durante la adolescencia, y otras personas serán rebeldes toda su vida.
NOTA: Si te ha gustado este artículo, compártelo con tus amigos y deja tus comentarios.
No hay comentarios :
Publicar un comentario