Los padres, la familia, son nuestros referentes
culturales: nos transmiten una parte “protectora” (nos cuidan, nos dan permiso,
nos consuelan) y una parte crítica (ponen límites, dan órdenes, prohíben y corrigen).
Pero, ¿de qué manera nos lo enseñan?
·
De manera verbal: la más simple de todas: “esto
no lo hagas más”, “esto está bien”, etc.”
·
Con la valoración que los padres hacen de
cosas que pasan a nuestro alrededor: los comentarios que hacen de la actuación
de otras personas, qué opinan acerca de las cosas que suceden. (Por ejemplo: “¡Esto
que ha hecho tal persona está muy mal hecho!”). No somos conscientes de cuántas
veces opinamos algo a lo largo del día: cuando hablamos de cosas que han pasado
(al vecino, al compañero de trabajo, al familiar) o las noticias, las cosas que
dice la gente por televisión, etc. Los niños toman buena nota de nuestras
opiniones.
·
También con la actitud: debemos ser
conscientes de que los niños copian todo lo que hacen los adultos, les imitan.
Por ejemplo, un padre que va diciendo que el tabaco es malo mientras va
fumando: el niño captará esta “doble moral”, de transgresión de las normas. Es
muy importante tomar conciencia de qué hacemos y cómo lo hacemos ante los
niños, no sólo de lo que decimos.
·
La observación y la imitación: También
hay que tener en cuenta, que el niño no domina bien el lenguaje verbal hasta
los 3 o 4 años, así pues, la observación y la imitación serán la principal
manera de aprender de los niños en edades tempranas.
·
La comparación: “eres igual que tu abuelo
Juan”. El niño, toma buena nota de estos comentarios e intentará averiguar todo
lo que pueda del abuelo Juan. Si el abuelo es una figura cercana y positiva,
todo va bien. Pero muchas veces, el abuelo ya no está y el niño se formará una
idea de cómo era esta persona a través de nuestros comentarios. Y también es
frecuente este tipo de comentario para mencionar alguna actitud negativa. Por
ejemplo: “eres igual de despistado que tu abuelo Juan”. El niño recibe, por un
lado, “soy despistado”, y, por otro, mucho más peligroso, “soy igual que él,
así que le tengo que copiar”. Hay que tener mucho cuidado con este tipo de
comentarios, que son muy perjudiciales para el niño y además tienen mucha más
potencia de lo que creemos.
·
Influencia de otros adultos: aunque
los padres ejercen una gran influencia en nosotros, a lo largo de nuestro
crecimiento tenemos otros referentes: abuelos, hermanos, tíos, primos,
canguros, maestros, amigos… Cuanto más desestructurada es una familia, más
tenderá el niño a fijarse en otros referentes, a tomar ejemplo de otras
personas que no sean los padres. Llega un momento en el que el niño es capaz de
darse cuenta de que aquello que ve y vive no es normal. Pero, aunque tengamos
una familia “normal”, también nos fijamos en otras personas a lo largo de
nuestro crecimiento. Todos recordamos a “aquel maestro” que nos hizo pensar
diferente.
·
La propia personalidad: También
conviene tener en cuenta el carácter de cada persona, la huella personal de
cada uno, que influirá en la manera de aplicar lo que recibimos. Es lo que se
llama “personalidad básica”.
·
Revisión de valores: Sobretodo,
a partir de la adolescencia, “revisamos” todo lo que hemos aprendido, de unos y
de otros, y vamos formando nuestros propios valores. Algunas cosas que nos han
enseñado los padres nos sirven y otras las rechazamos.
NOTA: Si te ha gustado este artículo, compártelo con tus amigos y deja tus comentarios.
No hay comentarios :
Publicar un comentario