Hay personas que se quedan ancladas en el concepto «adolescente» de amigo incondicional: «el amigo íntimo tiene que estar dispuesto a escucharnos y a ayudarnos siempre que lo necesitemos, a cualquier hora del día».
Y aquí es donde se corre el peligro de traspasar los límites del otro, o sentirse frustrado.
Tenemos que considerar siempre que, por más que le hayamos explicado nuestras intimidades a la otra persona, por más que confiemos, el amigo sigue teniendo derecho a decir que no a una demanda nuestra.
La amistad no obliga a nada. Es un sentimiento que se comparte de forma voluntaria, sin ninguna obligación. Y este es un tema que a menudo me encuentro en la terapia:
- Por un lado, la persona que se siente oblidada a atender las demandas del amigo o amiga, que no sabe o no puede decir que no, que se siente incluso abrumado por los problemas del otro y no sabe cómo decírselo sin hacerle daño.
- Por otro, la persona que esperaba una incondicionalidad sin límites, y se siente frustrada y dejada de lado porque el amigo o amiga le ha dicho que no, que tenía otras prioridades en un momento dado que atender a sus demandas.
La amistad, desde un punto de vista adulto, es una fuente de refuerzos positivos, de afecto, tan necesario para el ser humano, una «oreja que nos escucha» y una persona a quien le podemos pedir ayuda -siempre respetando su derecho a decir que no-.
También es la persona que nos hará una crítica constructiva cuando convenga, nos dirá siempre la verdad, aunque no nos guste escucharla.
Podemos aprender mucho y nos podemos enriquecer mútuamente con nuestros amigos.
NOTA: Si te ha gustado este artículo, compártelo con tus amigos y deja tus comentarios.
Telf.: 605 52 52 81
No hay comentarios :
Publicar un comentario