El abuso de los fármacos y las etiquetas


En los últimos 3 años son muchas las voces que se han levantado para denunciar públicamente la excesiva influencia que está acumulando la industria farmacéutica a la hora de determinar qué es lo que se puede considerar enfermedad mental y cómo tratarla.

Estamos presenciando una creciente e imparable expansión de categorías diagnósticas en salud mental.

Por ejemplo, en la nueva versión del DSM-V (clasificación de los trastornos mentales que elabora la asociación (norte)americana de psiquiatría), aparecen etiquetados como «enfermedades mentales» comportamientos que en realidad no tienen nada de patológicos, como pueden ser la timidez, la apatía, la introversión, etc.

Fruto de estas críticas y de una importante campaña de recogida de firmas se ha conseguido que algunas de las nuevas propuestas diagnósticas más controvertidas no sigan adelante.

El psiquiatra norte-americano Daniel Carlat denuncia cómo se explican muchos trastornos como un problema exclusivamente de orígen fisiológico o bioquímico, que sólo se puede solucionar con el uso de fármacos, cuando en realidad no lo son.

La revista PloS Medicine también publicó un artículo alertando de los graves conflictos de intereses entre muchos de los expertos que trabajan en la elaboración de la nueva versión del DSM-V con la industria farmacéutica.

También la revista The Guardian, en el Reino Unido criticaba la imparable ampliación de categorías diagnósticas, advirtiendo de las graves consecuencias que podría tener para los miles de personas que serían etiquetadas como enfermas mentales por tener comportamientos que hoy en día se consideran completamente normales.
A la rebeldía juvenil de toda la vida, por ejemplo, ahora se le llama «trastorno desafiante oposicionista». Al añadirle el término «trastorno», le estamos otorgando una connotación de «patología o enfermedad», que fácilmente se prestará a ser tratada con fármacos.

También está en tela de juicio la eficacia real de algunos de los fármacos denominados «de segunda generación». Hay que tener en cuenta, que la mayoría de ensayos clínicos que se realizan con estos medicamentos, están financiados por laboratorios farmacéuticos. Los resultados que se obtienen de los estudios son múltiples y variados y sospechosamente hay una tendencia a publicar aquellos estudios que han obenido resultados positivos. El año 2012 en Estados Unidos, han sido sancionados con multas millonarias por «publicidad engañosa» conocidas firmas como Abbott o Johnson & Johnson, por haber dado usos no aprobados de algunos fármacos sin tener bastantes pruebas científicas sobre su seguridad y eficacia y por ocultar los riesgos, respectivamente.

También se están minimizando los posibles efectos secundarios de algunos fármacos, que pueden afectar al sistema digestivo, la coagulación, la reproducción o el crecimiento.

Si bien, en algunos momentos puntuales de nuestra vida podemos necesitar el apoyo farmacológico para superar una situación, no hay que olvidar los beneficios de las terapias psicológicas, que no suponen ningún riesgo para la salud y no presentan efectos secundarios.
También hay muchas terapias alternativas que nos pueden ayudar a encontrarnos mejor: homeopatía, naturopatía, flores de Bach y técnicas de relajación, yoga, mindfulness, meditación...




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