¿Estamos peor de la cabeza que hace unos años?



Hay todo un abanico de teorias para explicar el por qué de los trastornos psicológicos:
  • La escuela cognitivo-conductual lo atribuye todo al aprendizaje y a unos hábitos de conducta que se pueden modificar. Todo es aprendido y todo se puede des-aprender.
  • El psicoanálisis habla casi exclusivamente de los traumas de la infancia y cómo nos siguen afectando en la vida adulta. El tratamiento se basa en buscar las causas de nuestros problemas en la infancia.
  • El importante avance de la investigación genética atribuye casi todos nuestros males, tanto físicos como psicológicos, a una especie de código pre-grabado en nuestros genes.
  • Hay teorías que hablan de la suma de una predisposición genética más la influencia ambiental.
  • En el ámbito más médico, se atribuyen los trastornos a un desarreglo bioquímico, que se solucionaría con la administración de fármacos.
  • Las teorías psico-somáticas, como la de Louise Hay, atribuyen todos los trastornos físicos a un origen psicológico. He llegado a oír la teoría de que cuando uno sufre un accidente, de alguna forma ha «provocado» que le pasara, para aprender alguna cosa de la vida, para «curarse» de algo. (Puede pasar alguna vez, pero la mayor parte de las veces, un accidente es un accidente).

Pero hoy me quiero centrar en la polémica que rodea a la nueva clasificación de los trastornos mentales.

Existe una especie de «biblia» donde se clasifican y definen todos los trastornos mentales: el DSM (Diagnostic and Statistical Manual of mental disorders), elaborado y revisado periodicamente por la APA (asociación (norte) americana de psiquiatría).

Este manual es aceptado de forma casi unánime por toda la comunidad psicológica y psiquiátrica mundial para clasificar y definir los desórdenes mentales. Así pues, se van haciendo revisiones, eliminaciones de categorías, ampliaciones, aclaraciones y aparición y descripción de nuevos trastornos mentales a cada nueva versión. El mes de mayo de 2013 se presentó en USA la nueva versión, el DSM-V.

Pero son bastantes las voces críticas que se alzan para denunciar la excesiva influencia de la potente industria farmacológica en la revisión de este manual.

Los primeros psicofármacos se comercializaron en los años 50. El popular Prozac (conocido antidepresivo) aparece en los 80. El aumento del número de diagnósticos de trastornos mentales se ha disparado los últimos años de forma alarmante. En los últimos 10 años se ha triplicado el número de personas que consumen algún tipo de antidepresivo, y la nueva generación de antipsicóticos se ha convertido en lider de ventas a nivel mundial, por encima de cualquier otro fármaco que trate las enfermedades físicas.

Todos estos datos están haciendo que se cuestione el modelo médico-farmacológico de la psicología y la psiquiatría.
  • Por un lado, se cuestiona la eficacia real de los propios medicamentos.
  • De otro, el aumento alarmante de etiquetas y nuevos trastornos, así como de los diagnósticos psicológicos.
  • ¿Realmente estamos ante un fenómeno de «enfermedad mental colectiva»?
  • ¿O este aluvión de trastornos obedece más a los intereses de la industria farmacéutica?



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