Aceptar nuevas realidades: un reto necesario


Hoy quiero volver a compartir un escrito que hizo una clienta mía, MVP, en relación a su abuelo, enfermo de Alzheimer. ¿Cómo afecta esta terrible enfermedad a los que están alrededor del enfermo?



En este pequeño escrito, me gustaría invitaros a reflexionar acerca del proceso de aceptación del Alzheimer. Esta enfermedad hace unos años que está presente en mi familia y lo cierto es que, al igual que mi abuelo que es el afectado, la familia también hemos ido pasando por diferentes fases. Sobre todo en lo que refiere al grado de aceptación de esta situación: fases que mantienen una evolución circular, según fueran deviniendo las circunstancias y las sucesivas rachas.

Cuando conoces la noticia se abre ante ti un abismo: ¿qué va a pasar ahora?, y a esto le sigue  ¿cómo voy a dirigirme ahora al afectado?, ¿qué debo de decir/hacer? Debe de ser muy duro el período en el que eres consciente de que padeces una enfermedad neurodegenerativa; te ha tocado escribir una novela de la cual, antes de leer el primer capítulo ya conoces su desenlace final.
Esto es algo que veo claro ahora: la mejor medicina es mantener la calma, ser comprensivos y sobretodo evitar caer en lamentaciones continuas y reproches, pues la persona no se ha ausentado aún y necesita  TODO  nuestro apoyo –fácil plasmarlo en líneas, pero arduo de llevar a la práctica-.
En las primeras fases, sobre todo si no eres cuidador de la persona, es más llevadero justificar despistes y algunas salidas incoherentes. Pues a todos nos cuesta aceptar esta nueva realidad y al principio tendemos incluso a negarla, como también les sucede a ellos.        
Pero luego, a medida que el afectado va ausentándose y olvidando a sus seres queridos, tengo la sensación que empiezas a realizar un duelo por la persona. Esto es algo que me inquieta aún hoy ¿cómo puedo sentirme así si la persona está aún presente?, ¿puede formar parte del proceso de aceptación de la nueva identidad del otro?

Ahora no nos comunicamos mediante razonamientos, sino por estímulos: caricias, afecto, entonación…  elementos supeditados a su estado anímico y también al nuestro. Pues no siempre te acompaña la fuerza y el coraje, también flaqueamos, pues como familiares tendemos a sentimos heridos e impotentes.

Al ver el film “El hijo de la novia”, medité sobre ello. ¿Cuando los recuerdos que nos vinculan a ellos marchan, también lo hace nuestro vínculo personal? ¿O iniciamos un nuevo tipo de relación?      

Tras casi dos años y medio de enfermedad, mi abuelo ha partido dejando una estela muy grande tras de sí. Me apena su pérdida, pero me reconforta el consuelo de creer que él sabía que nosotros estábamos a su lado. Quizás, no supiera si era su nieta, su mujer, su hermana... Quizás tampoco le importaba no conocer qué tipo de consanguineidad manteníamos: lo cierto es que sabía que nos amaba y aún cuando estaba en cama con la mirada perdida, se alegraba de vernos, nos acariciaba como no hacía con cualquier otro visitante.

Nuestro olor, caricias, voz... ya al final susurros para él no eran meros desconocidos. Una ATS me comentó algo que me acompañará siempre: el amor supera todas las barreras y eso es imposible borrarse, dejar de percibir.



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