Los abusos sexuales en la infancia son uno de los temas más delicados y difíciles de tratar desde todos los ámbitos. Es uno de los fantasmas que pasan por la cabeza de todos los padres y madres en algún momento. ¿Cómo suceden? ¿Cómo los podemos detectar? ¿Qué consecuencias tienen? ¿Se pueden evitar?
Intentaré aportar algo de luz a este controvertido tema.
- Según las estadísticas, una de cada 4 o 5 personas, mayoritariamente mujeres, han sufrido abusos sexuales en algún momento de su infancia o adolescencia.
- Se considera abuso sexual, desde la exhibición deliberada de los genitales con intenciones sexuales, mostrarles pornografía, obligar al niño o niña a realizar tocamientos al adulto, tocar a los niños con intenciones sexuales, hasta violaciones claras.
- Las consecuencias son más graves dependiendo del grado de abuso y la duración en el tiempo, que puede ser desde un episodio aislado hasta años de sufrimiento de abusos.
- Hay que añadir aquí la frecuencia del parentesco, que convierte el abuso en incesto y agrava las secuelas.
- A pesar del fantasma que todos tenemos del pervertido que aprovecha los vestuarios de los niños, el cine o la portería oscura, la mayoría de los abusos suceden en el entorno más próximo al niño o niña.
- Acostumbran a ser familiares o personas cercanas, que se aprovechan de la confianza, ya que al ser amigos o conocidos de los padres, los niños confían en él.
- De pequeños, todos hemos oído la frase “no hables con desconocidos”, “no aceptes regalos ni caramelos de un desconocido”. A nadie le dijeron “no te fíes del vecino de arriba” o “vigila con el padre de tu amiguita”. Pero claro, no podemos meter al niño o niña en una urna, ni podemos vivir constantemente con el miedo y la desconfianza.
¿Cómo podemos notar que un niño o niña está sufriendo abusos?
- Cuando se trata de un episodio aislado, desgraciadamente, lo descubriremos demasiado tarde: sólo podemos prevenir a los niños, de forma general.
- Cuando es un abuso continuado en el tiempo, hay una diferencia dependiendo de la edad del pequeño. Los más pequeños, de 6 años o menos, probablemente empezarán a tener una conducta “sexualizada” que llama la atención: no se debe confundir con el interés o curiosidad que se les despierta hacia los 3 o 4 años, que tienen tendencia a explorar su propio cuerpo y el de los amigos y amigas.
- El niño o niña que sufre abusos de un adulto, puede “buscar” a los adultos, tener una obsesión por los genitales, una actitud provocativa... También dibujará la figura humana con genitales, cosa que los otros niños no hacen.
- Los maestros, monitores, etc. acostumbran a ser los que lo detectan. Recuerdo un caso de una niña de 5 años que se lavaba las manos de forma obsesiva, diciendo que “las tenía sucias”: el motivo es fácil de adivinar. También hay niños que “juegan” a tener sexo con los muñecos.
- Cuando son tan pequeños, introducen la sexualidad en su vida como una cosa normal. No tienen suficiente criterio para distinguir “lo que se hace y lo que no”.
- El trabajo de los educadores, padres, terapeutas, será una vez detectado el abuso y apartada la criatura del abusador, enseñarle lo que puede hacer y lo que no, teniendo cuidado de no culpabilizar al pequeño.
- Pensemos que los niños tienen una gran tendencia a culpabilizarse de todo. Y en caso de un abuso, ni el niño, ni los padres, ni los educadores tienen la culpa. El único culpable es el abusador.
- Aunque no sea fácil, tenemos que intentar no dramatizar la situación: ha pasado, el mal está hecho y hay que evitar estigmatizar a la criatura. Con mucho cuidado, ir diciéndole “esto que te ha pasado no es normal, no está bien”.
- La ayuda de los profesionales es básica, tanto para el menor como para los padres, que se sienten terriblemente culpables por no haberlo podido prever o evitar.
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