Cuando no puedo expresar un sentimiento


Ya hemos visto, en artículos anteriores, que hay sentimientos prohibidos, sea por el contexto cultural sea el familiar: los niños no lloran, etc.

Pero ¿qué pasa cuando no podemos expressar un sentimiento? ¿cuando tenemos prohibida la tristeza, por ejemplo, o la rabia, o el miedo…? Pues este sentimiento no permitido, se canaliza de alguna otra forma: Esta energía que nos genera una situación y que no podemos expressar de la forma más lógica, se acumula y se transforma en otro sentimiento… o en alguna otra cosa.

Pondré algunos ejemplos:

Tenemos que coger el autobús. Vamos tarde y corremos. Lo vemos pasar, llegar a la parada antes que nosotros… Justo cuando llegamos, el autobús cierra las puertas, arranca y se va.

Situaros por unos momentos, a todos nos ha pasado alguna vez: ¿qué sentimos? ¿Cuál es el sentimientos que nos viene? Frustración, impotencia. Y debajo, rabia. ¿Cómo la expresamos?

Depende: depende de qué nos han enseñado. Y de nuestro impulso personal. La respuesta lógica es la expresión de la rabia. Y la medida debe ser proporcional a la medida de la frustración:
  • Un reniego, un taco, son lo más adecuado a la situación.
  • Si empezamos a dar patadas a la marquesina, probablemente estamos expresando rabia acumulada por otros motivos.
  • O estamos canalizando otros sentimientos no expresados.
  • Si no reaccionamos, incluso si no sentimos un poco de rabia ante esta situación, tenemos un problema: no somos capaces de conectar con nuestra rabia.

Pondré otro ejemplo:

Una chica deja a su pareja, corta la relación. El chico, que no se permite la tristeza porque le dijeron que «no hace de hombre», al no poder sentir ni expresar tristeza, lo transforma en rabia. Y se va a un bar, bebe más de la cuenta y provoca una pelea, se pega con alguien. Así puede canalizar su dolor.

A sentir rabia cuando deberíamos sentir tristeza, se le llama sentimiento parásito. Es cuando substituímos un sentimiento prohibido por uno que no lo está.

También podemos encontrar el caso contrario, y toda clase de combinaciones entre sentimientos reales y parásitos.




Por ejemplo, teníamos muchas expectativas puestas en una entrevista de trabajo. Pasamos todas las pruebas y al final nos dicen que han seleccionado a otro candidato. Frustración. Rabia, y también tristeza. Y tal vez miedo, a no encontrar otro trabajo.
  • Podemos reaccionar llamando a un amigo, explicarle y renegar, o llorar.
  • También le podemos contar que tenemos miedo.
  • Pero si nos pasamos una semana llorando en la cama, sin hablar con nadie, estamos transformado la rabia y el miedo en tristeza y depresión.

A menudo me encuentro con personas que me están explicando una situación muy dolorosa con una sonrisa en los labios…

Es interesante hacer una reflexión de nuestras reacciones ante diferentes situaciones, y analizar, con distancia, cuando ya no contaminamos nuestros pensamientos con el sentimiento vivo, si nuestra respuesta fue la adecuada, tanto en cuanto al sentimiento correspondiente, como a su intensidad.
Podemos descubrir, sorprendidos, que tenemos tendencia a expressar a menudo la rabia, o la tristeza, o el miedo, incluso la alegría, y en cambio no expresamos casi nunca otro sentimiento.
Descubriremos cuáles son nuestros sentimientos permitidos, prohibidos y parásitos.




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